viernes, 13 de junio de 2008



No te acuerdas.


Pero aquella noche estabas empeñado en la tormenta de arena con la que amenazaba Google. No sé qué imaginabas, si un vendaval desértico.


Lo cierto es que salió el sol por la mañana. Y yo me quedé ahí,


como ahora, observando el espacio vacío que tu cuerpo dejaba en el sofá blanco. Sentándome a escribirte en la silla que aún guarda tu tacto.

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